Tradicionalmente se recomienda no realizar el coito durante seis semanas antes de la fecha prevista del parto y seis semanas después del alumbramiento, debido a toda una: serie de peligros no demostrados científicamente. Según este consejo, las mujeres dejan de tener relaciones sexuales durante un período aproximado de tres meses (doce semanas en total). Los médicos debemos reconocer la gran influencia que tienen nuestras opiniones en temas como este. Conviene que sepamos hasta qué punto nuestra influencia es importante en las actitudes y comportamiento de las mujeres durante el embarazo. 

Es frecuente oír opiniones de autoridades médicas cualificadas mostrándose partidarias de la abstención de relaciones sexuales durante las primeras semanas de gestación. Los especialistas que defienden esta postura se muestran preocupados por la posibilidad de que las relaciones íntimas provoquen un aborto involuntario. Cualquier estudio en profundidad sobre las causas de aborto nos demuestran que cuando éstos se producen en una fase temprana se deben a defectos ovulares (del óvulo fecundado) y no a las relaciones sexuales. En este sentido se puede tener la total seguridad de que las relaciones sexuales no producen abortos, ni que la abstinencia sexual va a impedir que tales interrupciones de la gestación se produzcan.

Se basan las prohibiciones en que, los obstetras creían que:

1.      el pene o las contracciones uterinas durante el orgasmo podían inducir el parto;

2.      que podía producirse algún tipo de infección que desde la vagina afectara posteriormente al útero;

3.      que el acto sexual no beneficiaba a la gran mayoría de mujeres durante las últimas semanas de gestación por sus inconvenientes posturales e incomodidades

4.      y que durante el coito se pueden romper las membranas que cubren al feto (la bolsa de aguas). 

En la actualidad multitud de estudios confirman que estas ideas no tienen sustento científico y que el coito no produce efectos perjudiciales durante las últimas semanas del embarazo. 

Sin embargo, merece la pena tener en cuenta algunos aspectos sobre el coito y el embarazo, que aparecen descritos en el libro de Salud de las Mujeres de Boston, Nuestros cuerpos, nuestras vidas (1979), cuando dicen:

 «No debes hacer el amor durante el embarazo en los siguientes casos:

1. Si tienes dolores vaginales o abdominales.

2. Si tienes hemorragia uterina.

3. Si tus membranas ya se han roto; entonces sí hay peligro de infección.

4. Si te han advertido o si piensas que puedes abortar. 

Si has abortado anteriormente, evita el coito los primeros tres meses en que deberías tener la menstruación. Esto es psicológicamente importante para ti, porque si vuelves a abortar no te sentirás culpable. Y por las mismas razones no debes tampoco masturbarte puesto que el orgasmo podría acarrear otro aborto.»

Ni las posturas feministas a ultranza ni las que, siguiendo viejas tradiciones, «conservan» a la mujer encinta en una caja de cristal, creemos que son válidas. La objetividad nos obliga a tener en cuenta el criterio de los especialistas. El médico no prohíbe las relaciones sexuales porque tenga la creencia de que maternidad y actividad sexual sean conceptos y realidades antagónicas, como pueden plantearse algunas feministas. Efectivamente, dentro de nuestro medio hay ideas y actitudes para todos los gustos.

Pero, ante todo, somos conscientes de que los especialistas en obstetricia conocen perfectamente los peligros potenciales y los riesgos que acechan a la embarazada. Dichos especialistas tienen en cuenta tanto los problemas que pueden originar las relaciones sexuales a destiempo, como la amenaza psicológica que supone para la estabilidad emocional de la pareja permanecer mucho tiempo en «abstinencia» sin sentido. Por principio defendemos cualquier criterio del tocólogo, pero a poco que profundicemos en el estudio de la sexualidad y psicología femenina se tiene la impresión de que el embarazo es una de las etapas de mayor acercamiento afectivo entre los cónyuges. No obstante, pretender hacer de este período una época de «esplendor sexual» es una inquietud y reivindicación inconsecuente con el derecho lógico de toda mujer al placer sexual durante el embarazo.

Los famosos sexólogos estadounidenses Masters y Johnson sostienen que la abstinencia del acto sexual durante dos o tres meses ha provocado en muchas ocasiones la «huida del lecho conyugal de muchos maridos». De setenta y nueve maridos que fueron interrogados, dieciocho manifestaron que, durante el período de abstinencia sexual forzosa en la vida conyugal antes y después del parto, habían mantenido relaciones extraconyugales, algunos de ellos por primera vez. Otro efecto de la prohibición de cohabitar durante el embarazo es que muchas parejas no obedecen las recomendaciones de su médico y continúan haciendo vida sexual activa, aunque desarrollan un complejo de culpabilidad.

A pesar de estas aseveraciones de los sexólogos, es verdaderamente difícil encontrar opiniones de los más prestigiosos ginecólogos en las publicaciones médicas de la bibliografía mundial. En cambio, los psicoanalistas han estudiado profusamente las vivencias de la sexualidad y la maternidad, considerando que son los dos polos del desarrollo psicoafectivo de la mujer y no meros hechos fisiológicos.

De todas formas, desde un punto de vista fisiológico y anatómico, se ha demostrado que el embarazo provoca un aumento de la irrigación vascular, un aumento de sangre —en definitiva— en los órganos pelvianos. Debido a este fenómeno de acumulación sanguínea, a partir del segundo trimestre se reduce ostensiblemente el orificio vaginal. Esta reducción del espacio anatómico de la vagina implica una mejor estimulación local y en consecuencia mejores posibilidades de satisfacción sexual.

Desde el punto de vista práctico, basado en los datos clínicos y en el interrogatorio de muchas pacientes, podemos concluir que las relaciones sexuales son más satisfactorias a medida que avanza el estado de gestación. Los temores del primer trimestre se olvidan en cuanto las relaciones esporádicas afianzan a la pareja y alejan sus miedos. Así, el segundo trimestre representa en muchas ocasiones un reencuentro con la vida sexual activa. La libido, frecuencia y satisfacción de las relaciones, aumenta progresivamente. Y ya en el tercer trimestre muchas mujeres, debido a las múltiples molestias del volumen abdominal, a los dolores de espalda y a la sensación de fatiga y plenitud, se sienten con menos deseos de hacer el amor. Estos factores son más notables en las primíparas, aunque no faltan las que prefieren abstenerse por prudencia o por indicación de su tocólogo.