Desde hace años se estudia definir y sistematizar los conocimientos disponibles sobre la sexualidad femenina y sus alteraciones. Las bases fisiológicas de estos trastornos empiezan ahora a ver la luz. El papel de las hormonas, la cirugía pelviana, el impacto de otras enfermedades vasculares y metabólicas sobre el correcto funcionamiento de los órganos femeninos, comienzan a encontrar su sitio en la complejidad de la respuesta sexual de la mujer.

La falta de deseo y la anorgasmia son las disfunciones sexuales más comunes, y el tiempo medio que transcurre desde que se detectan hasta que se busca ayuda profesional es de casi seis años (en el varón es de cuatro años y medio), según el estudio realizado por la Asociación Española para la Salud Sexual (AESS).

Pero si los hombres cuentan ya con cuatro fármacos para el tratamiento de su gran disfunción sexual, la eréctil (sildenafilo, tadalafilo, vardenafilo y apomorfina), por el momento, las mujeres disponen de menos recursos farmacológicos que los hombres. Entre los investigados está el PT-141.

Muchas de las disfunciones sexuales son secundarias a enfermedades como la hipertensión, la obesidad, las cardiopatías, la diabetes, y los efectos secundarios de los medicamentos empleados para el tratamiento de la depresión. Una mejora en estos tratamientos revierte positivamente en las relaciones sexuales de la mujer.

Pero a estos cuadros médicos que pueda o no padecer, debemos añadir una situación especial y específica en la mujer: la perimenopausia. La Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM) ha señalado en una reciente reunión que el 43% de las mujeres en la perimenopausia padece algún tipo de disfunción sexual.

La menor producción de testosterona en la menopausia se asocia con el síndrome del déficit androgénico relativo (DAR), que conlleva cambios específicos, como perdida global del deseo sexual, disminución de la sensibilidad al estímulo sexual de los pezones y el clítoris, disminución de la excitabilidad y de la capacidad de orgasmo, pérdida del tono muscular, pérdida del vello pubiano y piel seca.

Según el presidente de la AEEM, Santiago Palacios: "El tratamiento con andrógenos puede ser eficaz para mejorar la libido, la densidad ósea, la baja motivación sexual, fatiga, y alteraciones del afecto y del sentido de bienestar, depresión y alteraciones cognitivas, en presencia de niveles normales de estrógenos y niveles bajos de testosterona activa".