La L-dopa (o levodopa) es un aminoácido. Este atraviesa la barrera hematoencefalica pasando luego a transformarse por metabolismo a dopamina que es la que realmente actúa en el cerebro.

Dado que la dopamina no llega al encéfalo desde el exterior, se emplea la L-dopa como el fármaco más habitual y eficaz para dicho tratamiento. Como todo fármaco, presenta efectos adversos como nauseas y vómitos, las discinesias, incluso síntomas psiquiátricos y cardiovasculares como hipotensión.

Las discinesias, síntoma caracterizado por inclinaciones de la cabeza, y otros movimientos involuntarios de la cara se presentan a los pocos meses de iniciado el tratamiento con L-dopa. En aproximadamente un 80% de los pacientes, estos síntomas aparecen a los 2 y 5 años iniciado el tratamiento.

Según los médicos, esta sintomatología indica que la medicación con L-dopa ha alcanzado la dosis óptima no siendo necesarias más dosis. Para evitar que no aparezcan dichos movimientos indeseados, o reducirlos a lo máximo posible, hay que controlar y ajustar las dosis de L-dopa.